Y llega un momento, en que necesitas detenerte. Necesitas parar, y de golpe sobrepasar las leyes de la gravedad. Llega un momento en que las miradas se convierten en el lenguaje vital y en que tus manos procrean en mi cuerpo la atmósfera predilecta para soñar. Vital, como la vida misma… sueles ser vital. Cambia el contexto desde los tiempos remotos, yo transeúnte en mi propio ciclo de vida, presumía de la capacidad que tenía mi corazón al ser impenetrable, con el transcurso del tiempo llegue a ti. Fuimos dos desconocidos que se conocían a la perfección… con el tiempo nos dimos cuenta que existía un tiempo; el tiempo transcurría de forma desigual, con saltos extraños y leguas insoportables, pero pasaba y pasaba… hasta ahora.
En este momento no existe el (nuestro) tiempo.
No hay más, no hay un futuro. Y me extrañaría explicarte que no existe el presente. Los dos perdidos cual aguja en un pajar. ¿Perdidos?, pensándolo mejor… más bien sería descubiertos. Fuiste mi testimonio de una forma de ser marcada por la búsqueda de lo desconocido y también el encuentro con mis percepciones propias donde se guardaban los bienes más valiosos: en mi memoria. Te quería tanto… que de tal manera que mi alma te buscó 17 000 millones de noches en nuestro pasado. Y tardé 17 000 millones y una en encontrarte. Me esperabas en un futuro no tan lejano. Olvidada de que yo había acabado con mi tiempo, olvidaba que me había dejado en mi pasado. Perdí el tiempo. Te perdí a ti. Quería que me llevaras más lejos de donde tú ya estabas, porque nunca nadie está más lejos de donde estas tú.
Desde mi pasado, para tu futuro . Siempre Tuya
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